Siempre voy a divagar en el proemio
de ese extraño quilombo con nombre de
tapicería.
-Al fin estamos solos y podría decírtelo-
Si mi desnudez te hubiese costado un yen
me estamparía justo allí,
en la medida justa de la timidez que me
provoca tu mirada
cuando algún bizco me enfoca el orgullo
y yo me vuelvo con aire quinceañero
al paraje que determina tu incomodidad.
De los rasgos distintivos de tus cenizas
me fumé hasta los ruleros celestes de tu
madre,
trastornados entre tu puerta de chapa
y el pasillo angosto que nos espiaba hasta
vernos discutir.
Celosía del guiso carrero y un extraño
tango inventado,
en la medida absurda de mi latitud
consigo que la gotera me esquive
con pacto hasta el próximo viernes.
Exagero,
me revuelco lascivamente en el panteón de
sus pupilas,
porque ya además del cuerpo,
me sobran el alma y siete boletos.
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