Porque también irá a traicionarnos el
desandar de los muertos
la paranoia sugestiva de deambular entre
los mosaicos
evitando que las bestias se apareen en mi
lengua
antes de desollar aceitunas
y arremeter en interlineados que delaten tu
cosmovisión.
Podría llamarte extendiendo las alas,
fumar pensativamente mientras conjugo la
ausencia
y la sangre de la ciudad se hace charco en
mis tobillos.
Cada dicotomía enredada en el compás de tus
manos
me agiliza la puerta de los nunca pensé
y comprende el vértice más agrio
de un par de labios adversativos.
Por la imagen que estás dando noche tras
noche.
(Puedo ambivalerte,
pisar tus ojos de trasnoche,
blanquear la ciénaga al final del juego
y que no haya al fin un gato en la vereda
ni una jodida conferencia donde me digan
-Sí,
a ese hijo de puta tenés que entrarle por los ojos-
como me decía tu ex no sé qué)
El día después amanece cargado de tazones
de cáncer,
la gramática bebiéndose el múltiple choice
de las encuestas a la almohada
y mandando a callar a los dedos abiertos
de tanto pensar.
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