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sábado, 10 de abril de 2010

Séptima Ronda


Porque también irá a traicionarnos el desandar de los muertos
la paranoia sugestiva de deambular entre los mosaicos
evitando que las bestias se apareen en mi lengua
antes de desollar aceitunas
y arremeter en interlineados que delaten tu cosmovisión.


Podría llamarte extendiendo las alas,
fumar pensativamente mientras conjugo la ausencia
y la sangre de la ciudad se hace charco en mis tobillos.

Cada dicotomía enredada en el compás de tus manos
me agiliza la puerta de los nunca pensé
y comprende el vértice más agrio
de un par de labios adversativos.

Por la imagen que estás dando noche tras noche.

(Puedo ambivalerte,
pisar tus ojos de trasnoche,
blanquear la ciénaga al final del juego
y que no haya al fin un gato en la vereda
ni una jodida conferencia donde me digan
-Sí,  a ese hijo de puta tenés que entrarle por los ojos-
como me decía tu ex no sé qué)

El día después amanece cargado de tazones de cáncer,
la gramática bebiéndose el múltiple choice de las encuestas a la almohada
y mandando a callar a los dedos abiertos
de tanto pensar.


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