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miércoles, 10 de noviembre de 2010

Cuarenta y cinco agujeros a la redonda



Lo inexistente
es un bochorno en la órbita del vacío,
las palabras de un tercero excluido,
las cotas impuestas al cuerpo,
el aire salado que remonta a la muerte de alguien más.

(Él se fue como si se le enganchara el olvido en la buhardilla
cuando la podredumbre se arrojó desnuda sobre las piedras).

Para refractar la mirada
apelo al orgullo de animal doméstico
auténtica picardía digna de amonestaciones
condenada para siempre al desacato de un infinitivo.

(Esperar)

Pulir las horas.

Barrer el patio.

Pagar los impuestos.

Contar las virutas del lápiz HB.

Besar al sapo.

Salar la sopa.

Regar el mate.

Vuelvo a la cantera para palmear a Bovary.

Una palabra temprana para una vereda viuda.

Libertad,
luego veremos qué perro
persigue a qué mendigo.

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