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sábado, 29 de enero de 2011

Casi Nada

De las manos de los dioses
y de los párvulos.

La noche vuelve a discutirme
el color de una lágrima
arrojada suicida sobre la menta de un beso.

Ventanas afuera estalla la vida
los hombres muertos ríen a oscuras
yo caigo eligiendo la pose de las palabras
escucho mis alas batirse en la espalda,
en el recuerdo de unos huesos,
en la garganta de un enero bipolar.

Mejor barrer y correrlo todo,
olvidar olvidar olvidar,
dejar en la sien de la pared
la enagua de tus fantasmas.

Olvidar, olvidar, olvidar,
que te supere el hambre,
el frío, el calor, el sueño,
el dolor en las ampollas
que se ausente el psiquiatra
a costas de una espadita en la pantalla.

Indocumentado minuto
como lija en el borde de los labios
rezo a cada uno de tus gestos:
Olvidar, olvidar, olvidarte.

De la ménsula que sostiene mi cordura
se han desvencijado tres apoyos,
al mundo le falta un pedazo
malditos impostores que sonríen en línea.

(Esta mañana nos tomamos a gritos,
fumamos más que toda la  Mafia Gay*
hablando de hisopos.
A él le dolía el pecho y la cabeza
por eso salió a correr a través de la manguera
y tropezó con un perro.
Luego aumentó la crisis
y el café sabía a jugo de paraguas,
se ralló el queso sin silbar
contando las goteras que faltaban para morir.)

Indivisa Manent.

Olvidarte.
Pintar la pared,
charlar con extraños,
baldear la vereda.

Cordura nena,
la edad del olvido
se parece a tu cenicero
desmayado y linyera.

Olvidar.